La isla bonita.
La Palma, conocida como «La Isla Bonita», es un auténtico santuario natural en medio del Atlántico. Su diversidad de paisajes, que combina frondosos bosques de laurisilva con abruptas costas y recientes coladas volcánicas, la convierte en un destino único para amantes de la naturaleza y la aventura. Con un 35% de su territorio protegido y el reconocimiento de la UNESCO como Reserva de la Biosfera, La Palma es un ejemplo de armonía entre el ser humano y el medioambiente.
Un pulmón verde en medio del océano
La isla alberga algunos de los ecosistemas mejor conservados de Canarias. En el corazón de La Palma se encuentra el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, un inmenso cráter de erosión de ocho kilómetros de diámetro, rodeado de montañas de más de 2.000 metros de altitud. En su interior, bosques de pinos canarios y arroyos de aguas cristalinas crean un paisaje de cuento.
Otro de los enclaves más fascinantes es Los Tilos, un bosque de laurisilva que transporta a quienes lo visitan a la era terciaria. Sus enormes helechos, musgos y árboles centenarios envuelven el ambiente en una atmósfera mágica. Este tipo de vegetación, que solo se encuentra en algunos puntos del mundo como Madeira o Azores, es un vestigio de la flora prehistórica que dominaba Europa hace millones de años.
El poder de los volcanes
Si algo define el paisaje de La Palma es su origen volcánico. La Cumbre Vieja, una de las dorsales volcánicas más activas del archipiélago, ha sido testigo de múltiples erupciones a lo largo de los siglos, la más reciente en 2021. Este fenómeno transformó el suroeste de la isla, creando nuevas coladas de lava y alterando la geografía de la zona.
Los paisajes volcánicos de la isla, como el sendero de los Volcanes o el Teneguía, permiten contemplar la fuerza de la naturaleza en estado puro. Caminando por sus senderos se pueden observar campos de lava solidificada, cráteres y coladas que han dado forma a La Palma durante miles de años.